Un reciente artículo de la Vanguardia abordaba un
tema profundamente interesante sobre la relación entre nuestro cerebro y el
sentido del voto. Bajo el título ‘Cómo vota nuestro cerebro’ el autor del
artículo subrayaba que “por mucho que meditemos el sentido del voto y que nos
carguemos de razones antes de emitirlo, el cerebro político es esencialmente
emocional, es decir, la razón se encuentra en manos de la pasión. No es que
razón y emoción trabajen por separado sino que operan a la vez y se conjuntan
de manera peculiar en cada individuo para determinar la decisión final”.
El artículo subraya que aunque “solemos creer que elegimos
libremente lo que vamos a hacer. Sin embargo, desde el año 2008 se conoce que
unas milésimas de segundo antes de ser conscientes de nuestra decisión el
cerebro ya la ha tomado, y no es hasta después cuando adquirimos conciencia de
lo que hemos decidido”.
Para avalar esta tesis existen diferentes estudios que
demuestran que “la tendencia política se correlaciona con rasgos biológicos
concretos”. Una investigación de EEUU indicó que “la orientación política de
las personas queda reflejada, en parte, en diferencias de funcionamiento de un
mecanismo cognitivo relacionado con el autocontrol. Se observó que el
conservadurismo extremo se asocia a poca flexibilidad, respondiendo a
cuestiones en las que la respuesta óptima presenta menos variables; mientras
que las personas liberales lo hacen cuando no hay una respuesta óptima
predeterminada. Esta actividad diferencial reside en un grupo concreto de
neuronas de la parte anterior del cíngulo, una zona del cerebro vinculada al
control de las emociones”.
“Este resultado coincide con estudios psicológicos previos
en los que se había visto que las personas con actitudes políticas conservadoras
manifiesta un estilo cognitivo más estructurado y persistente, mientras que las
liberales responde mejor a la complejidad informativa, a la ambigüedad y a las
novedades”.
Por otro lado, añade La Vanguardia , “la imagen
que nos ofrecen los políticos es igualmente importante cuando decidimos el
sentido del voto. Así, según un estudio publicado en mayo de 2013 realizado en
el Centro de Neurociencia de Berlín, la atracción que sentimos por determinados
políticos depende de respuestas automáticas del cerebro al verle. En este
estudio, se determinó que la preferencia por un político se correlaciona con
patrones de actividad característicos de una región cerebral llamada estriado
ventral, implicada en las sensaciones de recompensa”.
Otro estudio, realizado en América, Irlanda y Corea del Sur,
“encontró que la apariencia física de los candidatos era importante sobre los
resultados electorales, es decir, que el físico influye mucho sobre el voto”.
Con respecto a la confianza o desconfianza a la hora de
decidir, “la percepción recae principalmente en la expresividad emocional del
rostro. También utilizamos claves de la estructura facial. Por ejemplo, los
rostros que muestran una expresión facial de felicidad, presentan bocas en forma
de Uy cejas en forma de ^ son catalogados como rostros que denotan confianza,
mientras que los rostros que muestran una expresión facial de enfado presentan
bocas en forma de U invertida y cejas en forma de V, siendo catalogados como
rostros de los que tenemos que desconfiar”.
“Asimismo, las personas que tienen las mejillas poco
profundas, son de barbilla amplia, presentan las cejas bajas y tienen cara
ancha transmiten menos confianza en los demás cuando esta se evalúa a partir de
su rostro. Estas características suelen ser distintas entre mujeres y hombres;;
en las mujeres el arco supracilar suele ser más alto, los pómulos más
pronunciados y las caras más estrechas”.
Concluye el artículo afirmando que la edad también influye.
Así, “en las diferentes campañas políticas podemos observar que la tercera edad
provoca un especial interés por parte de los políticos a la hora de dirigir sus
estrategias electorales. Recientemente se ha podido comprobar que las personas
mayores muestran una marcada tendencia a atribuir confianza a los rostros de
personas que han sido catalogadas como de desconfianza por personas más
jóvenes”.
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