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miércoles, 24 de julio de 2013

¿Cómo decidimos el sentido del voto?

Un reciente artículo de la Vanguardia abordaba un tema profundamente interesante sobre la relación entre nuestro cerebro y el sentido del voto. Bajo el título ‘Cómo vota nuestro cerebro’ el autor del artículo subrayaba que “por mucho que meditemos el sentido del voto y que nos carguemos de razones antes de emitirlo, el cerebro político es esencialmente emocional, es decir, la razón se encuentra en manos de la pasión. No es que razón y emoción trabajen por separado sino que operan a la vez y se conjuntan de manera peculiar en cada individuo para determinar la decisión final”.

El artículo subraya que aunque “solemos creer que elegimos libremente lo que vamos a hacer. Sin embargo, desde el año 2008 se conoce que unas milésimas de segundo antes de ser conscientes de nuestra decisión el cerebro ya la ha tomado, y no es hasta después cuando adquirimos conciencia de lo que hemos decidido”.

Para avalar esta tesis existen diferentes estudios que demuestran que “la tendencia política se correlaciona con rasgos biológicos concretos”. Una investigación de EEUU indicó que “la orientación política de las personas queda reflejada, en parte, en diferencias de funcionamiento de un mecanismo cognitivo relacionado con el autocontrol. Se observó que el conservadurismo extremo se asocia a poca flexibilidad, respondiendo a cuestiones en las que la respuesta óptima presenta menos variables; mientras que las personas liberales lo hacen cuando no hay una respuesta óptima predeterminada. Esta actividad diferencial reside en un grupo concreto de neuronas de la parte anterior del cíngulo, una zona del cerebro vinculada al control de las emociones”.

“Este resultado coincide con estudios psicológicos previos en los que se había visto que las personas con actitudes políticas conservadoras manifiesta un estilo cognitivo más estructurado y persistente, mientras que las liberales responde mejor a la complejidad informativa, a la ambigüedad y a las novedades”.

Por otro lado, añade La Vanguardia, “la imagen que nos ofrecen los políticos es igualmente importante cuando decidimos el sentido del voto. Así, según un estudio publicado en mayo de 2013 realizado en el Centro de Neurociencia de Berlín, la atracción que sentimos por determinados políticos depende de respuestas automáticas del cerebro al verle. En este estudio, se determinó que la preferencia por un político se correlaciona con patrones de actividad característicos de una región cerebral llamada estriado ventral, implicada en las sensaciones de recompensa”.

Otro estudio, realizado en América, Irlanda y Corea del Sur, “encontró que la apariencia física de los candidatos era importante sobre los resultados electorales, es decir, que el físico influye mucho sobre el voto”.

Con respecto a la confianza o desconfianza a la hora de decidir, “la percepción recae principalmente en la expresividad emocional del rostro. También utilizamos claves de la estructura facial. Por ejemplo, los rostros que muestran una expresión facial de felicidad, presentan bocas en forma de Uy cejas en forma de ^ son catalogados como rostros que denotan confianza, mientras que los rostros que muestran una expresión facial de enfado presentan bocas en forma de U invertida y cejas en forma de V, siendo catalogados como rostros de los que tenemos que desconfiar”.

“Asimismo, las personas que tienen las mejillas poco profundas, son de barbilla amplia, presentan las cejas bajas y tienen cara ancha transmiten menos confianza en los demás cuando esta se evalúa a partir de su rostro. Estas características suelen ser distintas entre mujeres y hombres;; en las mujeres el arco supracilar suele ser más alto, los pómulos más pronunciados y las caras más estrechas”.


Concluye el artículo afirmando que la edad también influye. Así, “en las diferentes campañas políticas podemos observar que la tercera edad provoca un especial interés por parte de los políticos a la hora de dirigir sus estrategias electorales. Recientemente se ha podido comprobar que las personas mayores muestran una marcada tendencia a atribuir confianza a los rostros de personas que han sido catalogadas como de desconfianza por personas más jóvenes”.

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